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jueves, 23 de octubre de 2008

Y la ninfa se convirtió en ninfómana.






Érase una vez una inocente y tierna ninfa de bosque que muy alegremente volaba entre los árboles. Juguetona y traviesa poseía la personalidad de una dulce niña. Le gustaba juguetear con los viajeros perdidos, seducirlos para que estos le ofreciesen (y le hiciesen) el amor del cual se alimentaba. Alimentarse de amor hacía que radiase felicidad y mantenía su espíritu siempre joven.

Pero un día se topó con un viajero extraño, no había ni un ápice de sentimientos en su mirada, tan solo lujuria. La ninfa supo descifrar el mensaje vacío de sentimientos de la mirada de aquel hombre y sintió el peligro de acercarse a él. Pero ya era demasiado tarde, el hombre la cogió por el hombro y se puso a besarla sin más. Rápidamente el hombre empezó a manosearla sin importarle nada la tensión de la ninfa ante la falta de amor en aquel frío encuentro. El hombre introdujo su miembro dentro de la joven hada y tras varias embestidas se desahogo en su interior. Eso no era a lo que estaba acostumbrada la ninfa, ella estaba acostumbrada a horas de amor y caricias no ha minutos de sexo desenfrenado. La joven se quedó tirada en el suelo, con su cuerpo frío, pues ni siquiera había llegado a excitarse. El hombre se fue sin ni siquiera echar la vista atrás, una lágrima recorrió la pálida piel de la ninfa, hasta ese momento todos los visitantes del bosque se habían despedido de ella entre abrazos y besos. Los otros visitantes la amaban, ese solo se desahogaba con ella. Se sentía utilizada, pero en el fondo una semilla empezaba a nacer, la semilla de la lujuria, la semilla del placer por el placer. Aquel hombre le había cortado las alas con las que sobrevolaba las ondas de amor que sus amantes le transmitían. Ahora ya no entendía el amor, no sabía para que servía, podía desahogarse rapidamente sin perder el tiempo. Cuanto más trataba de resistir el poder de aquella llamada, más crecía en su interior. Los antiguos compañeros empezaron a notar el cambio y ellos también cambiaron, al final solo iban al bosque cuando necesitaban sexo rápido. Cuanto más sexo tenían, más sexo querían. Las personas habían cambiado el amor por el sexo. Nadie perdía el tiempo amando, se desahogaban lo más rápidamente posible y se iban sin decir nada y sin recordar al otro miembro, eso ya no importaba. Con el tiempo la ninfa empezó a sentir morbo al hacerlo con desconocidos o con varias personas, sin que ni siquiera hubiesen besos de por medio, solo sexo. Así fue como la ninfa se convirtió en ninfómana, ya no jugueteaba y se divertía con los visitantes mientras se alimentaba de amor, ahora solo se desahogaba con los visitantes vacía de cualquier tipo de sentimientos. Olvidó que antes podía unir ambas acciones en una, antes hacia el amor, desahogándose con cariño, ahora solo follaba desahogándose sin más. La pasión es el mejor sustituto del placer ya que combina placer y amor. La ninfa olvidó su pasión, algo parecido a lo que le pasa a muchos jóvenes de hoy en día. Cuando la pasión se olvida y se da paso a la lujuria el cuerpo se vacía de sentimientos y el amor sufre una fuerte marginación que da paso al arrepentimiento con el tiempo, ya que entre polvo y polvo a la ninfa le dio por pensar y recordar, dándose cuanta de que ahora no era más que un juguete sexual y que cuando se cansasen de ella acabaría olvidada, del mismo modo que ella había olvidado la importancia del amor…

1 comentario:

Ácrata dijo...

Demasiada lujuria en este mundo...
Ahora "se ha puesto de moda" esto de sin saber ni siquiera el nombre de aquella persona, pasar una noche de sexo. Sin amor ni sentimientos.
Y a mí, por mi carácter, me cuesta creer que alguien disfrute de hacer estas cosas tan íntimas con alguien que ni siquiera sabe tu nombre.
Es triste y una falta importante de dignidad tal vez.
En fin, todo son puntos de vista.

Cuidate,
Un beso!
:)