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lunes, 20 de octubre de 2008

13 rue del percebe.


Bien, no se si conoceréis el cómic titulado “el trece rue del percebe”, es un cómic de Francisco Ibáñez donde se narran las peripecias de los vecinos, a cada cual más extraña. Pues resulta que yo vivo en algo muy similar (siempre quise ser heroe de cómic tendré que conformarme con esto). Mis vecinos son de lo más variopinto. La mayoría de vecinos son de avanzada edad y claro, pensareis que los ancianos no molestan mucho, pero todo lo contrario. Debajo de mi casa vive una extraña mujer junto con un equipo de música que nadie tiene que envidiar al mejor equipo de una discoteca. Piensas “Sí, bien, si te pone buena música pues aun tiene un pase”. Pero lejos de eso, decide poner Manolo Escobar a las nueve de la mañana con el volumen al máximo. No tengo nada en contra de Manolo Escobar, pero no os podéis ni imaginar como suena Manolo Escobar con sonido discoteca. En mi casa las sillas y los vasos de las cristaleras se mueven solos, pero tranquilos, no hace falta llamar a Iker Jiménez, ya que el movimiento viene producido por Manolo Escobar a 120 decibelios. Pensareis que exagero, pero muchos de mis amigos están en mi casa y cuando a la señora le da por “oír” música, mis amigos me dicen “Tío que haces escuchando a Manolo Escobar ¿Está tu padre en casa?”. Claro cuando se lo explico se quedan a rayas y esto es verdad, yo escucho Manolo Escobar como si lo tuviese puesto en mi casa, no me quiero ni imaginar lo que será estar en casa de esa mujer, tendrá grietas por las paredes y todo. Lo peor de todo es cuando le da por poner rancheras a las nueve de la mañana. Un día estaba durmiendo placidamente en la cama y de repente me despertó el siguiente grito con entonación mejicana “Arriiiibaaaa, Arrriiibaaaa, andaaaleee andaleee” me enganche del techo con las uñas de un salto, el corazón latía irrefrenable. Lo gracioso de todo esto no es que un vecino ponga la música fuerte, eso suele pasar en muchos sitios, aunque dudo que sea con tanta intensidad, lo divertido es que cuando vas a protestar ante la señora, pues lo típico, enciendes una hoguera a la puesta de su casa, le revientas las ventanas con piedras… Que va, hablando en serio, cuando le pides por favor que baje el sonido de la música recurre a la demencia senil o a la demencia divina. Pues no me dice la tía que pone la música tan fuerte porque el que se la vendió le dijo que era aconsejable tenerla alta y no tocar el volumen. O lo que es todavía más fuerte que el volumen de su música, a veces me dice que Dios le ha hablado en sueños y que le ha pedido que ponga la música alta. Por mucho que intenté explicarle que Dios está demasiado lejos como para escuchar su música y que por mucho que suba el volumen Dios no podrá escucharla, la señora estaba enfrascada en su paranoia o con sus ganas de tocar los huevos. Mis amigos suelen bromear mucho cuando vienen de visita a mi casa. Un día abrí la puerta a uno de mis amigos y este estaba ya descojonándose. Pensé “Ya está, ya ha pasado algo”. Mi amigo me informa “Tío no te lo vas a creer, nada más entrar al patio he visto a un gato pasar rápidamente por mi lado y acto seguido he tenido que esquivar una escoba que se dirigía a toda velocidad hacia mí. Todavía un poco traumatizado ante la situación veo pasar a un señor mayor corriendo tras el gato gritándole “Corre, corre, cabrón. Ya te cogeré.” Me quedo mirando al señor y me dice “El cabrón siempre se escapa” y se vuelve a su casa como si nada, casi me pega con la escoba y no me dice ni perdón ni nada, yo flipo con tus vecinos."Lo mejor de esa anécdota es que días antes al mismo amigo casi lo mojan entero porque a una señora se le había ocurrido la genial idea de vaciar el cubo de la fregona por la ventana. También son habituales las riñas entre vecinas o como yo las llamo las luchas entre marujas. Mujeres con una voz de pito increíble dando voces de un lado a otro del edificio discutiendo por cualquier tontería. Antes vivía una joven en la planta baja, que a mi personalmente me daba miedo. Todas las noches discutía con su marido, que no se si era un calzonazos o simplemente le daba miedo su mujer, porque los gritos se escuchaban desde mi casa, vivo en un tercer piso. Otro de los vecinos, un drogadicto que tras la muerte de sus padres empezó a acumular basura en su casa (síndrome de Diógenes) y tuvieron que venir un camión y un séquito de limpiadores pagados por el ayuntamiento a limpiar todo aquello. El otro día mi vecina llamo a la policía porque unos instaladores de la luz del ayuntamiento estaban descolgándose por la fachada para arreglar un problema y se creía que eran ladrones. Con todo esto mis amigos suelen bromear bastante y más ahora que soy psicólogo, me dicen que solo tengo que poner una valla alrededor de la finca y así tendría el manicomio en mi propia casa. Suelen decirme que soy el único cuerdo de la finca, aunque a veces lo duden. La verdad es que me encanta este sitio, tiene sus inconvenientes, pero cómo luego no dejas de partirte el culo con tantas anécdotas pues tiene un pase. Si creéis que todo esto es mentira, os invito a venir un día a mi casa, escuchareis buena música y viviréis grandes aventuras. Escrito desde el 13 rue del percebe.

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