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viernes, 31 de octubre de 2008

Halloween.



Noche de Halloween, una joven avanzaba entre la misteriosa niebla que se había formado a partir de las doce. Hacía demasiado frío y su disfraz de bruja no le arropaba lo más mínimo ya que solo constaba de un vestido negro muy corto y ceñido, unos guanteletes negros y un sombrero de bruja. Durante la fiesta se deshizo de la escoba, ya que le cansaba llevarla siempre a todas partes. No le gustaba nada volver a casa sola, pero tenía que volver a las cinco, así que la fiesta seguía sin ella. “Ojala me acompañase Raul, para poder abrazarme a él y así tener menos frío.” pensaba ella mientras se frotaba las manos. De repente levantó la cabeza y a lo lejos, casi al final de la calle vio a dos sombras difusas avanzar torpemente hacia ella. La bruja empezaba a inquietarse, tarde o temprano se tendría que cruzar con aquellas personas. A medida que avanza se forman figuras más nítidas, se trata de dos personas disfrazadas de zombis que avanzan dando tumbos hacía ella. Los disfraces parecían estar muy bien hechos, tanto que la joven empezaba a pensar que se trataba de auténticos zombis, se movían como ellos, se parecían a ellos e incluso gemían como ellos. La joven disminuyó su velocidad presa del pánico, sabía que la habían visto y se dirigían hacia ella. Su corazón latía tan fuerte que el frío ya no le molestaba en absoluto, no sabía que hacer, estaba paralizada. Uno de los zombis tropezó con su propio pie y cayo al suelo de forma brusca, el otro ni se inmutó, eran muertos vivientes carentes de sentimientos. El zombi que había caído se levantó torpemente, lanzando unos gritos de rabia. La joven no podía creer lo que estaba viendo, “¿Quién me mandaría a mí volver sola a casa?” pensaba. Tenía tan cerca a los muertos vivientes que podía observar cada detalle del disfraz, aunque ella no estaba convencida de que fuesen personas disfrazadas. “Los muertos vivientes no existen, seguro que son un par de capullos que quieren asustarme.” pensó mientras por fin su cuerpo le dejaba seguir avanzado. Cuando pasó por el lado de ambos zombis, estos se echaron encima de la joven y un grito fue lanzado al cielo, camuflado entre los miles de gritos que marcaban el ritmo de la noche. Uno de los zombis le cerró la boca mientras el otro se desabrochaba la bragueta del pantalón. Esta vez la joven si estaba aterrorizada, sabía que se trataba de dos borrachos y que sus intenciones no eran nada agradables. Esa noche una joven fue violada sin ningún tipo de compasión por un par de muertos vivientes sin ningún tipo de sentimientos, atormentados por tener que vivir una vida que no desean, sin tener el valor suficiente para suicidarse y encargándose de que los seres humanos odien la vida que les a tocado vivir, convirtiéndolos en zombis. Aquella joven no volvió a ser la misma, se volvió tímida, no hablaba con nadie y menos aun con los chicos. Quería morirse, pero no tenía el valor suficiente para hacerlo, se había convertido en un zombi…

No hay que tener miedo de los seres imaginarios, estos nunca te harán daño, hay que tener miedo de los humanos que tratan de imitarlos.

1 comentario:

Ácrata dijo...

Cuanta razón...
Tendemos a tener miedo de los desconocido y nos olvidamos de que lo relamente terrorifico es lo que nos rodea y los locos que comparten camino mientras paseamos.
Sí, eso es peor que temer a los muertos. Porque son sólo eso. Muertos.

Pues nada, como ves te dije que me pondria al día xD

Muà:)