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miércoles, 15 de octubre de 2008

Un mundo ideal

Abro los ojos, me ha despertado el crepitar de la lluvia sobre el cristal de la ventana de mi habitación. Me levanto de la cama con una sonrisa en la cara “hoy va a ser un buen día” me digo a mi mismo, mientras el sonido de un trueno retumba dentro de mi habitación, vuelvo a sonreír, fruto de la supuesta ironia, y enciendo la radio. Una canción empieza a embadurnar cada rincón de mi habitación con buenas sensaciones, “Optimista y soñador” de Frank-T. De nuevo una sonrisa cruza mi cara al ver que lo que dice la canción por fin se ha cumplido. Bajo rápidamente las escaleras de mi humilde casa, ansioso, pues se lo que me espera en el salón. Tras atravesar el marco de la puerta sonrío de nuevo al ver a dos hermosas chicas que estaban desayunando en la mesa del salón. Me siento en la mesa al ver que se habían tomado la molestia de prepararme el desayuno. Al unísono las dos me llaman dormilón, sonrío, les pido perdón por la demora y les doy las gracias por el desayuno junto con dos afectuosos besos, uno para cada una. Ellas me devuelven la sonrisa por los besos y desayuno con otra sonrisa en la cara al saber que aquellas dos chicas me amaban como si fuese el primer día, del mismo modo que yo las amo a ellas. Pensé “El amor no entiende de edades, de sexos ni de números. ¿Por qué el ser humano antiguo solo podía entender el amor entre dos personas de distinto sexo y a una edad determinada? Está claro que antiguamente no se entendía el amor. El amor va mucho más allá del poder, más allá de la censura. El amor es, junto a la vida, la única cosa que no se debe controlar de ningún modo, no puede haber poder por encima del amor o la vida. ¿Por qué tardaríamos tanto tiempo en librar al amor de yugo del poder? Hay que ver lo que nos costó entender algo tan simple como que guiñar un ojo es mucho más fácil y producente que dar un puñetazo a alguien.”. Por suerte esa etapa gris del ser humano desapareció hace tiempo y ahora estoy seguro de que nadie querrá volver jamás a esa época. Ahora aunque el cielo este oscurecido por nubarrones, salgo a la calle con una sonrisa en la cara, con el paraguas cerrado y empapándome de vida. Me encantan los días de tormenta, la locura está presente en el ambiente, me siento vivo a cada gota de agua. Si la situación empeora abriré el paraguas devolviendo la cordura a mi cabeza. Esta dualidad me hace fuerte, me hace feliz. Algo tan simple como mojarte o cubrirte con un paraguas. Empaparte de vida o evitar la enfermedad. Esa libertad dual es la que mueve el mundo de hoy y es la que trae felicidad y seguridad al ser humano. Me detengo en un bar de la zona, me sirven una comida exquisita, salgo del bar dándoles las gracias al cocinero y al camarero. Salgo del bar sonriendo y me encamino hacia mi consulta. Tras unos minutos, por fin llego a la consulta. Los psicólogos lo pasamos mal con esto de conseguir un mundo ideal, ahora prácticamente no tenemos trabajo, no hay depresiones, no hay locuras provocadas por traumas graves como las provocadas por maltrato infantil. Nos dedicamos a tratar fobias, manías y problemas mentales producidos por defectos genéticos para intentar que las personas puedan vivir mucho mejor. Mi comunidad sabe que mi trabajo sigue siendo útil y además con eso de que el trabajo es gratis muchas madres deciden traer a sus hijos para tratar las pesadillas de estos. ¿Cómo, no os lo había comentado antes? En este nuevo mundo la gente trabaja por el bien de la comunidad, por el amor y la gratitud que la comunidad pueda volcar en uno, sin dinero. El mundo al fin entendió que el amor es capaz de mover más cosas y de llevarte más lejos que el dinero. No trabajo solo por devoción, trabajo porque se que mi obra hará feliz a la gente y así me lo agradecerán. Gracias a mi amabilidad y sacrificio laboral conseguí el amor de dos fabulosas personas, por las que despierto todos los dias con una sonrisa, algo que no hubiese podido comprar todo el dinero del mundo. Pasadas cuatro horas, en las que después de cada consulta una sonrisa cruzaba mi cara al ver como agradecían mi trabajo los pacientes, salgo de mi consulta. Me encamino, esta vez con el paraguas abierto ya que la lluvia era demasiado intensa, hacia el almacén. Allí me encuentro con viejos amigos y antiguos pacientes, gente que me hace recordar los buenos momentos del pasado y algunos me prometen pasar buenos momentos en un futuro, invitándome a fiestas, y eso hace que el presente sea un buen momento y por eso vuelvo a sonreír. Cojo todo los alimentos que necesito para unos días, sin abusar y respetando los deseos de los demás por determinados alimentos. Doy las gracias por el excelente trabajo al agricultor y al ganadero que estaban paseando por el almacén, me devuelven mi gratitud con una sonrisa y alabando mi trabajo, vuelvo a sonreír. Me dispongo a salir del almacén cuando recuerdo que necesito una silla más para los invitados de mañana, así que cojo una silla del almacén sin tener que dar explicaciones a nadie. La gente sabe que cuando la silla vuelva a sobrar en mi casa, volveré a traerla. Con la idea de librarnos del dinero, tengo todo lo que necesito cuando lo necesito, eso muchas veces tampoco lo asegura el dinero. Vuelvo a casa bastante cargado y empapado, ya que la carga impide que pueda abrir el paraguas. No obstante el chaparrón no evita que sonría, ya que un señor que no conocía de nada me ofrecía su ayuda. Le doy las gracias y ambos nos encaminamos hacia mi casa. Una vez allí invito al señor a pasar dentro ya que la lluvia y el viento habían aumentado peligrosamente su intensidad. El hombre me da las gracias y entra. Le invito a tomar un te caliente y vuelve a agradecérmelo. Estamos charlando durante horas contándome anécdotas muy curiosas que de seguro me ayudarían a escribir mi libro sobre los inmensos beneficios que aportaba este nuevo mundo. Dejó de llover y el hombre se fue dándome las gracias de nuevo por el cobijo. Me dispuse a hacer la cena para devolverles el detalle del desayuno a las princesas de la casa. Las dos chicas llegaron justo cuando había terminado de servir la mesa. Me había quedado esplendida, con sus velitas y todo. Entran en el comedor y la alegría se remarca en sus hermosos rostros. Les digo “Señoras, la cena está servida.”, sonríen, sonrío y disfrutamos de una agradable velada. Terminada la cena y recogida la mesa subimos los tres a la habitación, abrazados, tonteando y riéndonos. Una vez en la cama, abrazado calidamente a ellas, cierro los ojos, rebosante de felicidad, con una sonrisa brillando en la oscuridad, deseando volver a abrirlos para hacer el amor…
Abro los ojos, esta vez no sonrío, es la realidad. Me pregunto si alguna vez la realidad será abrir los ojos en ese mundo ideal. Sonrío, los buenos momentos del futuro, hacen que, en parte, el presente sea un buen momento. Ahora tú decides ¿Prefieres seguir con el paraguas abierto aunque llovizne o prefieres mojarte?

Nunca había escrito un texto en el que la palabra sonrisa o sus derivados se repita veintidós veces y eso me hace sonreír.


3 comentarios:

Ácrata dijo...

Muy buen texto, para no variar ;)

La verdad es que no existe el papel de váter perfecto. O es demasiado áspero, o es colorido y perfumado (... siempre me he preguntado qué arreglan perfumando el papel de váter) o es muy caro.. piensalo xD

Ahora en serio, el blog que he hecho es una espécie de crítica más "polémico" por llamarlo de alguna manera, con un lenguaje más sincero y coloquial...
En fin, me apetecía hacerlo.
Gracias por pasarte y sin dudarlo, nos seguimos leyendo :)

un beso y una sonrisa!

Pd. Soy mallorquina así que entiendo el catalán, a ver si encuentro esa letra ;)

Anónimo dijo...

al leer esta publicacion me causo una sonrisa, pero sabemos q las sonrisas son solo reflejos, respuestas... por eso :)

Anónimo dijo...

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