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jueves, 30 de octubre de 2008

Solo una mirada...


Alguien me golpeó suavemente el hombro, escuché “Disculpe señor ¿Podría hacer el favor de cambiarme el sitio?” y entonces abrí los ojos. Un joven sonriente, pero un tanto intranquilo, se postraba ante mí. Me levanté mientras el tren se ponía en marcha y me senté en el asiento de enfrente, el joven ocupó mi anterior asiento. Me pregunté que tendría de especial aquel sitio. Se trataba de un asiento igual de cómodo que cualquier otro, no tenía nada de especial. Me percaté de que el chico miraba constantemente hacia mí, sonreía excesivamente, se ruborizaba, bajaba la mirada durante un segundo y volvía a mirarme de nuevo, parecía muy feliz. Tras unos segundos, pensé que aquel chico estaba coqueteando conmigo. Mi cara de asombro quedó tan marcada que el joven se percató de que unos ojos detectivescos no dejaban de analizarle tratando de descifrar su extraño comportamiento.
–Creo que le debo una explicación,–me dijo el joven, yo bajé mi mirada al sentirme descubierto– gírese disimuladamente hacia atrás y podrá ver, en el asiento que está al lado de la puerta, a una joven de pelo liso y moreno y con una cautivadora mirada.– el joven me hablaba sin apartar su mirada. Me giré en busca de aquella chica y allí estaba ella, mirándome. Volví a mirar al chico, ni él ni ella estaban mirándome, se estaban mirando entre ellos.
–Llevo meses cogiendo el tren a la misma hora, sentándome en el mismo sitio, mirando a la misma persona, experimentando la felicidad que proporciona una simple mirada furtiva ¿no crees que eso es maravilloso? La contemplo atónito durante quince minutos y una vez llegamos a su parada, ella se baja del tren sin decir una sola palabra. Los cinco minutos que pasan hasta mi parada se hacen eternos.– una mueca de incredulidad se dibujó en mi cara. No entendía porque aquel chico no le decía nada a la joven, llevaban meses mirándose y estaba seguro que ni siquiera se habían saludado.
–Algún día podría ir a decirle algo ¿no cree? Pero no, no creo que funcionase, se rompería la magia. De alguna forma, ambos sabemos que lo nuestro no puede funcionar de otro modo. La felicidad que produce ese cuarto de hora cada día, es muy superior y mucho más intensa que la que experimentaríamos durante todo un día. Es como comprimir todo un día de amor en unas simples miradas.– Asiento su razonamiento con gesto de poca aceptación y me giro para ver una vez más a la joven, sin entender el porqué de aquel comportamiento.
–Estoy seguro de que ella siente lo mismo por mí, ella piensa igual que yo. Estoy seguro de que me ama en el estado más puro.– sonrío de forma irónica, no entiendo el porque se quedan mirándose sabiendo que ambos están deseando besarse.
–Sí, supongo que podría ir a besarla, pero es que ya lo he hecho. Todos los días la beso, a través de mi mirada. Nuestro amor va mucho más allá de lo físico, ella sabe que quiero besarla y yo se que ella quiere que la bese, no hace falta que lo demostremos físicamente, leemos nuestras intenciones en nuestros ojos. Al fin y al cabo solo tenemos quince minutos para besarnos y la forma más rápida de hacerlo es a través de una simple mirada.– el joven se ríe y prosigue su discurso– se está empezando a molestar porque no dejo de hablar contigo, cree que me estoy distrayendo– el joven dio un beso al aire –ya está, vuelve a ser la de siempre, sabe que soy un tipo simpático y eso la hace sonreír. Es maravilloso, todos los días, durante quince minutos siento que desconecto del mundo físico, que dejo de hablar el idioma imperfecto de los seres humanos para hablar sin pronunciar palabra, es como si ella hablase dentro de mi y yo lo hiciera dentro de ella y el camino para penetrar el uno en el otro no es más que una simple mirada.

Asentí con la cabeza, por fin lo había entendido, era como si el chaval tuviese telepatía. Por eso no tuve que abrir la boca durante toda la conversación. Lo que yo quería decirle se lo estaba diciendo a través de mis gestos y mis miradas. Levanté la mirada y observé a una mujer que había clavado su mirada en mí, quería conocerme, no le pude decir que no, no le pude apartar la mirada…

Llevo meses cogiendo el tren a la misma hora, sentándome en el mismo sitio, mirando a la misma persona, experimentando la felicidad que proporciona una simple mirada furtiva ¿no crees que eso es maravilloso?…

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