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domingo, 3 de febrero de 2008

Espejito, espejito trágico.


Este texto va dedicado a dos tipos de personas muy opuestas, los de autoestima nula y las de autoestima desbordada.

Séase un pobre e inocente niño de aspecto no muy agraciado. Tras años de desprecio y rechazo por parte de las chicas, soñó con ser guapo y así conseguir el cariño de alguna joven. Cierto día el muchacho cumplió su sueño, para él era algo increíble poder estar al lado de una preciosidad como su nueva amiga. Pero oh destino cruel, el afortunado muchacho contempló la crueldad de la vida al ver que la joven se alejaba de su lado sin dejar tras de sí ni un mísero porqué. Casi diariamente el joven se cruzaba con la muchacha y esta le ignoraba como quien ignora a un perro callejero lleno de heridas y mugre. Pero las únicas heridas que tenía el joven se encontraban alojadas en su corazón.
Cuanto más le ignoraba su vieja amiga, más grandes eran sus heridas. El abatimiento del pobre chaval llegó a tal punto que quiso morir y no despertar jamás. Cada mañana, al despertar, observaba su cara frente al espejo y cuanto más destrozado estaba por dentro más feo se veía. Encerrado en este circulo cruel, su carácter empezó a cambiar, pasó de ser aquel chico alegre a convertirse en un monstruoso ser incapaz de mostrar ningún tipo de emoción. Desde que se despertaba hasta que se dormía su cara de asco y abatimiento no se modificaba en ningún momento. Pero el tiempo, a veces amigo del hombre, todo lo deja atrás y una mañana contempló su amarga figura ante el espejo y no pudo evitar pensar: “Soy tan feo que si fuera el único ser del planeta todas las mujeres se harían monjas”. Ese pensamiento hizo sonreír al joven, que al ver el reflejo de su sonrisa en el espejo llegó a la siguiente conclusión: “Da igual como me vea en esa superficie pulida, lo importante es como me vea yo por dentro. Se que soy un tipo gracioso y simpático, un tipo que siempre tiene una sonrisa en la cara. Solo con pensar que un poco más y convierte a ese simpático ser en zombi para siempre, me hace ver la vida de otro modo. Ver la vida un poco más alegre.”. El muchacho comprendió entonces que no importa si la joven se había ido de su lado por ser feo, lo importante es que mientras estuvieron juntos ambos rieron felizmente. Tras recordar esos pensamientos positivos la autoestima del muchacho volvió a crecer.

Al dejar tras de sí ese aspecto de cabreado e infeliz, el joven empezó a notar unos cambios positivos en su cuerpo, el patito feo se convirtió en un pato a secas. Se veía bien en el espejo y eso le bastaba. Esos cambios en su estética, que le hicieron más atractivo, cicatrizaron para siempre las heridas que le provocó su antigua amiga.

Observemos ahora el otro caso:

Séase una joven que por su agraciada belleza llegó a convertirse en la niña de los sueños de todo aquel que pasase por su lado. La joven se sentía querida y deseada y eso la complacía. Gastaba dinero en ropa cara y productos de belleza para realzar su hermosura. Cierto día un muchacho poco agraciado le preguntó si podían ser amigos, ella pensó: “Menudo piltrafa si me ven relacionándome con este seguro que mi caché baja en picado”. Pero la joven aun conservaba una pequeña parte humana y sintió lástima del pobre chico aceptando a regañadientes su petición. Tras varios días, la niña se dio cuenta de que aquel niño pese a ser bastante feo tenía algo diferente, era simpático, se portaba bien con ella y ambos lo pasaron en grande. No obstante, la joven se dio cuenta de que había otro chico más guapo que su nuevo compañero y decidió alejarse de este. Se fue de su lado sin darle explicaciones al muchacho, por no hacerle daño. Se acercó al chico seductor y tras pasar con él una temporada, la joven sabía que las cosas no eran como las había pensado. El apuesto chico resultó ser un arrogante y un engreído. Su nuevo compañero empezó a fijarse en otras muchachas. El tiempo había hecho que la belleza de la joven caducara y finalmente el joven apuesto se fue con otra más joven y guapa. Fue entonces cuando la joven volvió a ser persona y bajó de su castillo entre las nubes a la cruda realidad. Cuanto más elevada se siente una persona, más grande es su caída. La joven se frustro de tal modo que quiso morir y no despertar jamás. Contempló su rostro en el espejo miles de veces, odiándose cada vez más y preguntándose una y otra vez el porqué la vida jugaba con ella de ese modo. Pensó apoyando su cara en el espejo: “¿Qué voy a hacer? ¿Qué será de mí ahora que ya no soy lo que era? La vida es una mierda, todo esta perdido, nadie será capaz de quererme ahora. Todos los tíos son iguales”. Fue entonces cuando se dio cuenta de que era más importante tener al lado a una persona que le hiciese reír y disfrutar de la vida que a un tipo tan odioso como su último compañero. Entonces, frente al espejo, recordó a aquel joven poco agraciado, que le hizo disfrutar de la vida, que se portaba bien con ella, recordó la felicidad en su rostro que la hacía más hermosa que cualquier cosmético. Sonrió frente al espejo y se sintió más aliviada.

Muchos pensareis que esto acabará como la típica película estadounidense, la hermosa chica y el desaliñado chico se reconcilian y viven una vida llena de felicidad y hermosura, pero no. Esto no es la Metro Goldwyn Mayer, es la vida real, además titulé este texto Espejito, espejito trágico por algo.

La Joven pensó: “Pero, no puedo volver a dirigirle la palabra a ese pobre chaval, me fui de su lado para irme con otro más guapo que él y eso es lo mismo que hizo mi último compañero conmigo. No sería justo después del daño que le he hecho volver con él, seguro que se ríe de mí y me manda a la mierda.” Ambos muchachos siguieron viéndose durante mucho tiempo, pero nunca se atrevieron a dirigirse la palabra. Uno pensaba que aunque una parte de él siempre quisiese volver con ella, ya no la necesitaba y pensaba que ella a él tampoco. Además pensaba que él no estaba a su altura. La otra pensaba que el rencor que pudiese guardar el joven era demasiado grande y estaba segura de que él ya la habría olvidado, como ella había olvidado a su último compañero por ser un cabrón.

Es así como termina esta historia, casi todos los días ambos muchachos cruzan sus miradas y piensan que la vida les ha jugado una mala pasada. Al regresar a sus casas, cierran la puerta tras de sí y respaldados en la puerta, lloran por un destino que no pudo ser, un destino que quedó atrapado y reflejado en los espejos para siempre. Pues cuando observaban su rostro en el espejo, ambos recordaban lo bien que se lo habían pasado estando juntos. Los espejos nos hechizan y manipulan nuestros sueños alterando así nuestro destino. Solo los más audaces lográn romper el hechizo sin dejar una parte de ellos mismos encerrada por siempre dentro del espejo...

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sabía que tenías blog...Y encima un blog en condiciones!! (Lo que descubre una por la red...jejejeje).

Pues nada, que te animo a continuar escribiendo sobre "ese otro mundo".

PD: Desde febrero que ya se veía tu vena psicóloga y yo sin saberlo...